El amoníaco es fácilmente licuable. A temperatura ordinaria basta con comprimirlo a unas 10 atmósferas para que se licue. En los laboratorios químicos y en las droguerías suelen verse frascos que contienen un líquido incoloro y con marbetes que dicen "Amoníaco". Estos líquidos no son amoníaco líquido, sino soluciones en agua del gas amoníaco.
El amoníaco líquido hierve con mucha facilidad, y al hacerlo así se evapora rápidamente absorbiendo calor de los cuerpos con los cuales se halla en contacto, es decir, enfría a éstos. El fenómeno es el mismo que cuando vertemos éter común, alcohol o agua en nuestras manos, y dejamos que el líquido se evapore: tenemos una sensación de frío, tanto más intensa cuanto más volátil es el líquido (en orden decreciente: éter, alcohol, agua). Esto es general: todo líquido para evaporarse necesita absorber calor. El amoníaco líquido al evaporarse con gran rapidez produce un intenso frío que se aprovecha en la industria para enfriar una salmuera, la cual, a su vez, enfría agua hasta O°C, o menos, con lo cual ésta se congela, es decir, se obtiene hielo. Se usa una salmuera en vez de agua, porque ésta se congelaría.
En las "neveras eléctricas", existe un mecanismo similar al de las fábricas de hielo, accionado por un motor eléctrico (y de ahí el calificativo de "eléctrica"). El fluido que circula en dichas neveras o heladeras, llamado "fluido frigorífico", no es amoníaco.
La bomba compresora envía amoníaco a un serpentín donde una lluvia de agua fría le quita el calor producido por la compresión. Así comprimido, a la temperatura ambiente, pasa a las tuberías de expansión, donde al expandirse se enfría y enfría a su vez a la salmuera que rodea las tuberías. La salmuera enfriada congela el agua
contenida en los moldes.
contenida en los moldes.
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